Investigadores de la Universidad Nacional de Rosario descubrieron 35 nuevos virus en murciélagos de la región pero sin implicancias para la salud. El objetivo es aportar conocimiento para prevenir posibles zoonosis y preservar esta especie necesaria para el control de insectos.
Un equipo de investigadores del IBR (Conicet-UNR) descubrió 35 nuevos virus pertenecientes a seis familias de murciélagos de nuestra región pero sin implicancias clínicas ni para ellos ni para el ser humano. El objetivo del trabajo, que comenzó hace ocho años, es conocer cómo impactan las infecciones en estos animales que “son muy importantes como controladores de insectos y prestan muchos servicios al medio ambiente aunque tengan mala prensa”, indica la doctora Adriana Giri a Argentina Investiga.
Estos hallazgos brindan nuevos conocimientos acerca de la diversidad global de virus de murciélagos en especies poco estudiadas, lo que contribuye a la prevención de enfermedades zoonóticas emergentes y a las políticas de conservación de especies en peligro de extinción.
Los estudios fueron realizados en dos sitios de la región: en el ático del edificio donde funciona la Facultad de Derecho de la UNR, en pleno centro de Rosario, y en el parque Villarino, cercano a la Facultad de Ciencias Agrarias en la localidad de Zavalla. En el primer sitio hay una colonia de la especie migratoria Tadarida brasiliensis. Son mayoritariamente hembras que llegan preñadas en primavera, tienen a sus crías, pasan el período de lactancia y cerca de los seis meses, cuando estas son autónomas, se van. Todos los años esta colonia es censada en cuanto a su salud y demografía por parte del personal del Museo de Ciencias Naturales “Angel Gallardo”, que pertenece al Programa de Conservación de Murciélagos de la Argentina.
La investigadora Elisa Bolatti, junto a miembros de este grupo, llevó adelante la tarea de examinar los murciélagos. El procedimiento consistió en tomar los animales que estaban en las paredes, llevarlos a un lugar seguro, hisoparlos, sacarles sangre y recolectar muestras de heces; luego hidratarlos y devolverlos a su lugar original. En el caso del Parque Villarino, donde hay otras especies de murciélagos que residen permanentemente en el lugar, las capturas se realizaron de otra manera, a través de redes de niebla que son finitas y transparentes para que los animales que pasan queden enganchados. Se estudian y después se devuelven a la naturaleza.
En este trabajo puntual, el análisis se realizó sobre la materia fecal que permite visualizar las infecciones así como también la dieta alimentaria. La técnica utilizada de secuenciación de nueva generación “es una herramienta ideal para el descubrimiento de virus” porque permite la lectura de millones de fragmentos de ADN en forma masiva y paralela, y luego esas secuencias son analizadas con programas bioinformáticos que logran rearmar los genomas virales completos presentes en las muestras. Esta fue desarrollada en colaboración con investigadores del Centro Nacional de Referencia en Microbiología e Inmunología de la Universidad de Liubliana (Eslovenia) al que viajó Elisa Bolatti.
“Con esta metodología podemos ver los virus que infectan a los animales, a los insectos que comen los animales y a las plantas que comen los insectos”, explica la bióloga. Lo cierto es que en este trabajo se descubrieron 35 nuevos virus de seis familias taxonómicas distintas y se encontró una menor diversidad viral en los murciélagos de la colonia de Rosario respecto de los de Zavalla. Esto podría deberse al estrés de las hembras al parir, o bien a una cuestión alimenticia, dado que habría menor acceso a los insectos en la ciudad que en el campo.
Cabe destacar que estos nuevos virus no les generan a ellos ningún tipo de enfermedad porque tienen un sistema inmune y una fisiología muy particular, según explica Bolatti. Asimismo aclara que no son virus potencialmente patógenos para el ser humano y que tampoco hay un pasaje automático del virus animal a una persona.
“Pretendemos aportar conocimiento de la taxonomía viral desde la región y apuntamos a la prevención, a comunicar la situación de los animales para tomar medidas en cuanto al cuidado de su salud”, afirman. “No sabemos a dónde van ni de dónde vienen estos murciélagos”, dice Giri y explica que son muy chiquitos, no llegan a los quince gramos y es muy difícil colocarles un sistema de trazabilidad.
En la actualidad, la licenciada en Biotecnología Agustina Cerri está en Eslovenia haciendo un nuevo trabajo: analizar los virus del genoma ARN que tienen los animales, dado que en la primera etapa se abarcaron sólo los de ADN. El equipo también pretende analizar las colonias de murciélagos que hay en Tucumán y en Córdoba, similares a las de acá, pero en distintas etapas del ciclo reproductivo, para poder compararlas entre sí. En este sentido, consideran que trabajar con profesionales de otras áreas enriquece la investigación, más si se tiene en cuenta que no existen estudios de colonias de la región.
Respetar la naturaleza
“Nunca un murciélago va a atacar, somos nosotros los que los invadimos”, dice Giri y afirma que el COVID-19 fue el resultado de ciertas prácticas antropológicas y de la invasión del ser humano en territorios silvestres donde viven estos y otros animales.
“Reducimos el mundo a un dominio del homo sapiens; el 80% de los animales son para consumo humano y los silvestres se redujeron a la nada misma”, sostiene la investigadora y resalta que es necesario protegerlos, dejarlos vivir o destinarles territorios porque esas especies son parte del ecosistema para que haya un mundo equilibrado para todos. “Cuando decimos que el aleteo de una mariposa en Asia impacta en Australia, es así porque hay un equilibrio de servicios, dependencias de distintos actores del medio ambiente, incluso nosotros, que hace que la vida sea posible”.
“La realidad es que todas las zoonosis que ocurrieron a lo largo de la historia de la humanidad estuvieron relacionadas con la implicancia del ser humano sobre la naturaleza” analizan las profesionales y enumeran: la gripe aviar, el HIV, el virus del ébola, en los que hubo un huésped intermediario. “En el caso del COVID-19 se supone que el SARS-CoV-2 fue originario de un murciélago y luego pasó al pangolín como huésped intermediario en el cual el virus tuvo que haber circulado para adaptarse al ser humano”, dicen y explican que para eso fueron necesarios acercamientos entre esos animales que antes no estaban en contacto por las barreras interespecie de la naturaleza. Hoy, en cambio, el avance de la barrera agrícola y ganadera, inmobiliaria, la globalización, los viajes y las migraciones humanas hacen que una infección se propague rápidamente.
La investigación “Análisis de datos metagenómicos virales de cinco nuevas especies de murciélagos del mundo de Argentina: identificación de 35 nuevos virus de ADN” fue realizada por un equipo conformado por Elisa Bolatti, Gastón Viarengo, Tomaz Zorec, Agustina Cerri, María Montani, Lea Hosnjak, Pablo Casal, Eugenia Bortolotto, Violeta di Doménica, Diego Chouhy, María Belén Allasia, Rubén Barquez, Mario Poljak y Adriana Giri.
Fuente Victoria Arrabal- Universidad Nacional de Rosario- Secretaría de Comunicación y medios Dirección de Prensa- vicarrabal@hotmail.com
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