En los albores de la Patria -cuando aún el territorio formaba parte del virreinato del Perú- una mujer laica, vestida con ropa de varón (un hábito jesuita), puso en valor la dignidad femenina, en épocas en las que las mujeres vivían para ser madres o para ser monjas, no leían ni escribían y les estaba vedada toda actuación social independiente respecto de un hombre.
La beata desafió así las convenciones de la sociedad colonial y tuvo una influencia crucial y postrera en el clima independentista de mayo de 1810.
La expulsión de los Jesuitas de América, en 1767, fue el contexto histórico en el que María Antonia sobresalió. Nacida en 1730 de una noble familia oriunda de Santiago del Estero –la «madre de ciudades» desde 1553-, hablaba quechua y evangelizaba a las comunidades originarias junto con los miembros de la Compañía de Jesús, antes de su expulsión.
De hecho, fueron los quechuas quienes la bautizaron “Mama Antula”, diminutivo de Madre Antonia.
Mama Antula era una mujer audaz. Recorrió a pie casi 5.000 kilómetros por el virreinato del Perú -en las actuales provincias de Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja y Córdoba-, y cuando Buenos Aires pasó a ser el centro del virreinato del Río de la Plata se instaló en las costas porteñas, donde “puso de moda” los ejercicios espirituales ignacianos y construyó uno de los edificios más antiguos de la ciudad: la Santa Casa de Ejercicios (1784), aún en funcionamiento, manteniendo vivo el legado de la Compañia de Jesús mediante la realización de los retiros de su fundador, San Ignacio de Loyola.
Acusada de loca y de bruja, el peso histórico de Mama Antula en los sucesos independentistas de la Argentina quizá haya sido más importante que el religioso, aunque ahora se encuentre olvidado. Es considerada una Madre de la Patria: de las multitudinarias tandas de ejercicios espirituales realizados por ella en la Santa Casa, partidipaton varios próceres de la independencia, como Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga y hasta el Virrey Santiago de Liniers, según constaba en archivos guardados en 6 cajas que iban a ser remitidas a la Santa Sede, y que fueron perdidas luego del ataque durante el que incendió la Curia de Buenos Aires en junio de 1955.
No es capricho llamarla «mujer fuerte»: mientras ella vivía, se editó en Europa un librito con su correspondencia con los jesuitas expulsados en Europa, llamado «El estandarte de la mujer fuerte». A esas cartas, llenas de alusiones historicas -como la dedicada a la revuelta de Tupac Amaru en Cuzco-, los filólogos la consideran la primera literatura originaria del Río de la Plata.
Su tarea implicaba un fuerte impacto social: protegía a las mujeres sin casa y albergaba a los niños abandonados, alimentándolos, vistiéndolos, dandoles un hogar y bautizándolos con el apellido “San José”.
En las tandas de ejercicios Eepirituales convivían ambos sexos de todas las clases sociales y condiciones: autoridades, patricios, nobles, criollos, campesinos, mercaderes y esclavos, en un preclaro ejercicio de fraternidad humana.
Era una mujer poderosa: en la Buenos Aires colonial de entonces, en la que la Iglesia tenía tanto o más peso político que el Virrey, ningún seminarista podía ser ordenado si antes Mama Antula no había certificado su comportamiento durante los Ejercicios Espirituales.
La Familia Antuliana
Está compuesta, sobre todo, por devotos de la beata Mama Antula, algunos de los cuales son también descendientes colaterales de ella, todos miembros de la gran familia de almas que realizan y difunden los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola.
Se trata de admiradores de María Antonia de Paz y Figuerora -cuya obra estuvo centrada en los más pobres y excluidos-, que apoyan activamente la pronta canonización de la que sería la primera santa argentina, la cual abrió un camino espiritual en los albores de la Patria, protegiendo a los niños y vistiendo de dignidad el papel de las mujeres durante la época colonial, dándoles voz y voto en la salvación de sus almas.
El objetivo de la Familia es la difusión de la obra de Mama Antula. Sus integrantes colaboran, en ese sentido, en la confección de pinturas, vitreaux, esculturas, imágenes, estampas y material didáctico en general, para dar a conocer su vida y su accionar en parroquias, escuelas, universidades y barrios populares.
Colaboran, asimismo, con el sostenimiento del Sepulcro Histórico Nacional de la Basílica de La Piedad, donde descansan los restos de la beata y donde se realizan, los días 7 de cada mes, una misa en memoria de la beata.
También organizan y publicitan las tandas de Ejercicios Espirituales gratuitos en la Santa Casa, que se vienen realizando desde hace más de 200 años, todos los primeros sábados de mes.
Fuente: https://mamaantula.com/