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Agustín es becario del CONICET y cuenta su experiencia sobre una de las políticas de estado que le cambió la vida:
A los 17 años tuve por primera vez una computadora que era sólo para mí. Una pequeña netbook que para mi era como pilotear el Halcón Milenario desde mi cuarto. Lo más significativo para mi de esa computadora no eran sus características, el tamaño de su memoria RAM, la capacidad de su microprocesador, ni cuántos Gigas podía almacenar su disco rígido. Lo más significativo para mi fue que el sistema traía dos particiones: Una de Windows, y otra de Huayra, una distribución de Linux desarrollada en Argentina, y que fue mi primer Sistema Operativo basado en software libre. Gracias a ese SO pude, a su vez, abrir una terminal por primera vez y escribir mi primer línea de código.Hoy trabajo como Becario del CONICET en la Universidad Nacional de Quilmes de Quilmes (donde además me gradué y soy docente), y me especializo en Biofísica Computacional. Hago uso todos los días de sistemas operativos basados en Linux así como de técnicas de programación en diferentes lenguajes. Pensar en el impacto que tuvo sobre mi carrera profesional y en mi vida fuera del laboratorio esa computadora, que me fue provista de manera gratuita por el Programa Conectar Igualdad, me resulta simplemente incalculable.Sé que este es el ejemplo virtuoso de una política de Estado, y que no siempre puede narrarse la misma historia. No es mi idea hacer de lo particular una generalidad, porque además no me siento habilitado a ejercer ese rol de representación. Pero sí intuyo, con cierta seguridad, que mi caso no puede ser el único. Que de la misma manera, alguien usó el software que venía con esa computadora para hacer su primera mezcla, y hoy trabaja en producción musical. Que alguien hizo sus primeras ilustraciones virtuales en esa computadora, y hoy se dedica al diseño UX/UI. Que alguien pudo por primera vez acceder a la enorme emancipación que implica tener una computadora propia para conectarse con el mundo sin depender de tener el dinero para poder hacerlo.Yo creo que ahí está el peligro de la motosierra: que sirve para cortar cualquier árbol, no sólo los que no dan frutos. Tenemos bases virtuosas de las cuáles partir, y son mejores nuestras posibilidades cuando hacemos uso de nuestras ventajas en lugar de arrasar con todo para empezar de nuevo. Nadie sabe cuánto le podía cambiar la vida a un chico de 17 años ese árbol derribado.Agustín Ormazabal
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