Lágrimas contenidas recorren el rostro de pueblo, que, aferrado a su memoria y a su sueño de una patria más justa y soberana, toma aire y exhala como un rugido todo el fervor de la Gran Massa del Pueblo que acaba de anteponer su voluntad de vida frente a las amenazas de quienes pretenden postergarla.
¿Qué es el pueblo? ¿Acaso todos somos pueblo?
No es nada casual que en plena campaña electoral alguna candidata evitó nombrarlo en demasía, mientras que otro, paradójicamente y en nombre de una la libertad que “avanza”, ni siquiera lo tuvo incorporado en su discurso político, pero claro, es obvio que así sea porque el pueblo es una categoría política en acción que se organiza y promueve conjuntamente con las políticas de Estado la producción, reproducción y aumento de la vida de sus miembros a partir de las ampliaciones de derechos.
¿Por qué hay segunda vuelta?
Es que la unidad nacional que propone Sergio Massa está anclada en el ADN de la conciencia política de aquel 17 de octubre de 1945. Desde entonces “pueblo” es la categoría que puede englobar la unidad de todos los movimientos, clase, sectores y generaciones en lucha política. Pero, claro está que no todos son pueblo: las fuerzas dominantes de aquel tiempo y bajo su concepción de unidad nacional de unos pocos, comenzaron a implementar acciones frente a la amenazante percepción de igualdad entre el “ilustrado” con el “ignorante”, el “civilizado” con el “salvaje” o “bárbaro”; para poder implementar los procesos de deshumanización del otro, el requisito indefectible es la posibilidad de “deshacerse” de la alteridad que está presente en cada individuo, que compone toda identidad y todo Estado-Nación.
No hay lugar para el odio.
Esta identidad de Estado-nación es de unidad nacional y acaba de forzar un ballotage para oponerse desde la paz social al escenario del odio. Aquella histórica y siempre casta política violenta e irracional manifestaba en el plano del lenguaje su rencor: “aluvión zoológico”, “lumpen-proletariado”, “cabecitas negras”, categorías que pasaron a ser, en otros términos, la barbarie no extirpada y aborrecida porque configuraba un pueblo que iba conquistando derechos. “Imbéciles”, “mogólico”, “retrasados”, son las mismas expresiones de nostalgias que el hombre de la motosierra encarna al servicio de esa única y siempre casta política del odio.
La vara está muy alta. La Gran Massa del Pueblo
ha puesto una vara muy alta para el próximo presidente de los argentinos. El ADN de ese pueblo histórico de conciencia política colectiva exige un nuevo paradigma, un modelo nuevo de amplia participación, de hegemonía popular y de identidad nacional, se trata de un planteo ético político en un nuevo pacto social en el que no está dispuesto a negociar los derechos conquistado y al que sí está dispuesto a exigir y acompañar a reconstruir el Estado, el progreso y el desarrollo, sin dejar de estar dirigido a una mayor transparencia junto a la introducción de nuevos mecanismos contra la corrupción, tal como lo expreso Sergio Massa en los debates últimos.
Si hay pueblo, la esperanza está intacta
Todo sujeto al transformarse en actor, más cuando es un movimiento o pueblo en acción, se convierte en el motor, la fuerza y el poder que construye historia con sentido, hecho que se vio reflejado en las urnas. Sin el sujeto político del pueblo no hay democracia, ni esperanza de un futuro al que hay que hacer posible con y desde el Estado para consolidar sociedades justas y equitativas. El pueblo y su conciencia política están de pie para no retroceder en las conquistas adquiridas y avanzar hacia las que faltan en estos 40 años de democracia ininterrumpida.