«Género, comunicación y sociedad con equidad» Dra. Cynthia Ottaviano "La lucha por la igualdad es colectiva: se trata de escuchar, respetar e incluir". 

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La Dra. Cynthia Ottaviano, de la OID, inauguró el XXI Congreso Internacional “Mujeres, Feminismos y Estudios de Género”, realizado en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. 

El evento inició con su charla «Género, comunicación y sociedad con equidad», destacando la importancia de dar voz a quienes han sido silenciadas.

A través de ejemplos conmovedores, mostró cómo los medios pueden perpetuar desigualdades, pero también cómo la comunicación puede ser una herramienta de cambio.

Uno de los momentos más inspiradores fue cuando compartió experiencias de talleres en escuelas, donde jóvenes reflexionaron sobre igualdad de género y derechos humanos, demostrando que el cambio comienza desde temprana edad.

 «La lucha por la igualdad es colectiva: se trata de escuchar, respetar e incluir». 

“Fue en el país de la marea verde que intentaron matar a Cristina”

Texto de apertura del XXI Congreso Internacional “Mujeres, Feminismos y Estudios de Género”, realizado en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. 

Puede que el aceleracionismo actual, la automatización contemporánea, haga que miremos siempre las realidades con un mismo enfoque. Puede que así sea más factible la reproducción de todo tipo de pensamientos, sobre todo aquellos de matrices hegemónicas. Por eso quisiera abordar la problemática que nos reúne desde miradas interdisciplinarias, desde las Ciencias Sociales y las Humanidades. Pero también desde los cuerpos y las territorialidades. Desde los saberes y los sentires, desde los pies y no desde la cabeza.

Para y por hombres blancos, propietarios e ilustrados; con matrices importadas por las élites colonialistas, para configurar Estados a imagen y semejanza de ellos, no de nosotras, porque nos han excluido al delinear su sociedad, nos han relegado y aún ocurre que pretenden confinarnos a las tareas domésticas, a las casas, los espacios privados, la tutela, la posesión y el dominio sexual, económico, psicológico, jurídico, comunicacional, cultural y político.

Por eso hoy hablo y pienso desde los pies que recorren la naturaleza, con el deber de preservar y proteger la vida, de todas las especies, las personas humanas y no humanas, con memoria histórica, vivenciando el presente y oteando el futuro. Caminando con esos nuevos pies en paz, por la paz y para la paz.

Buscando desde esos pies y sus caminos, transformar las cabezas, los enfoques y paradigmas, a partir de la defensa y promoción de los derechos humanos, comprendiendo la educación, la cultural, y la comunicación como derecho humano y no como negocio, la información como bien social y no como mercancía.

Pudiendo construir desde los medios de comunicación, desde todos los ámbitos comunicacionales, educativos y culturales, representaciones y subjetividades de mujeres y diversidades despatriarcales, decoloniales y desmercantilizadas.

Ese es el trípode virtuoso del nuevo paradigma: ser despatriarcal, decolonial y desmercantil.

Por eso también hago esta invitación desde una universidad, como institución, como espacio de construcción del saber, de investigación, de pensamiento científico, pero también como espacio de intercambio, de tejido de redes, de organización, de común unión y de lucha.

Antes de venir a estas tierras pródigas, a este tiempo de mujeres en México, pregunté si Virginia Woolf, con su ensayo Un Cuarto Propio, resultaba anticuado. O, por el contrario, si creían, como yo, que a pesar de haber sido escrito en 1929, hace casi cien años, aún tenía vigencia.

Coincidimos en la mirada y por eso Virginia Woolf viajó conmigo, en este libro que invito a que lean. Para entusiasmarlas, permítanme compartir algunos párrafos. Recordemos que la escritora hace estas reflexiones cuando recibe la invitación de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, para hablar ante estudiantes mujeres de dos colegios universitarios.

La intención es que respondiera una pregunta ¿qué necesita una mujer para escribir ficción? Buscando delinear respuestas creativas, responde en apariencia de una manera sencilla: se necesita “dinero y un cuarto propio”. Un lugar de autonomía e independencia.

Pero qué difícil será para las mujeres conseguir dinero y un cuarto propio que un siglo después, todavía seguimos en la misma ¿no? Luchando por la autonomía e independencia, por tener un espacio propio, con paz y libertad.

Veamos entonces cómo lo escribió Virginia Woolf, a partir de estos párrafos que comienzan cuando ella, estudiante, como muchas de ustedes, va caminando por su Universidad, llega a la puerta de la Biblioteca y no la dejan entrar. Así lo cuenta:

“Me encontraba de verdad ante la puerta que conduce a la biblioteca, debo haberla abierto pues al instante surgió como un ángel guardián bloqueando el paso, con un aleteo de toga negra en vez de alas blancas, un caballero reprobador.

“La cabeza encierra la racionalidad histórica, machista clasista y etnicista”

Lamentó en voz baja mientras me hacía señas que retrocediera, que a las damas sólo se las admite en la biblioteca si van acompañadas por un profesor del colegio o provistas de una carta de presentación.

Allí quedaba la biblioteca, con sus tesoros a salvo guardado bajo llave para las mujeres.

¿Por qué en esta universidad no podemos tener vino y perdices y sirvientes como los hombres? ¿Por qué no podemos tener sofás y cuartos separados, cuartos propios? ¿Por qué los hombres beben vino y las mujeres agua? ¿Por qué era tan próspero un sexo y tan pobre el otro?

¿Qué habían estado haciendo nuestras madres que no tenían ninguna riqueza para dejarnos? ¿Estaban empolvándose la nariz? ¿Mirando vidrieras? ¿Tomando sol en Montecarlo?

Nuestras madres tenían hijo. La madre de mi amiga tenía 13 hijos.

Si hubiera puesto un negocio se hubiera convertido en fabricante de seda artificial o magnate de la bolsa. Si hubiera dejado dinero habríamos estado sentadas cómodas, comiendo y bebiendo y el tema de nuestra charla podría haber sido arqueología, antropología, física, la naturaleza del átomo, matemáticas, astronomía, relatividad, geografía. Si tan solo las madres hubieran aprendido el arte de hacer dinero, y hubieran dejado ese dinero, como los padres a sus hijos varones, y sus abuelos, para fundar universidades, dar becas de doctorado, adjuntías, premios y becas de grado apropiadas para el uso de su propio sexo, podríamos haber cenado solas un ave y botella de vino, podríamos haber esperado una vida agradable y honrosa.

Podríamos haber estado explorando o escribiendo, divagando en torno de los lugares venerables de la tierra.

Sólo que si eso hubiera ocurrido no existiríamos. Ni mi amiga ni yo.

Pues fundar un colegio exigiría la supresión total de las familias.

Hacer una fortuna y tener 13 hijos, ningún ser humano podría resistirlo. Primero hay nueve meses hasta que nace el bebé, luego nace el bebé. Luego hay tres o cuatro meses empleados en amamantar al bebé. Una vez amamantado el bebé, hay con certeza cinco años empleados en jugar con él.

Pero es inútil hacerse estas preguntas, porque no hubiéramos llegado a existir. Además es igualmente inútil preguntar qué podría haber pasado si la madre de mi amiga, y su madre y la madre de ellas hubieran amasado grandes riquezas y las hubieran puesto bajo los cimientos del colegio y la biblioteca porque de haber sido posible, la ley les hubiera negado el derecho de poseer y disponer el dinero que ganaran, habría sido propiedad del marido.

¿Qué efecto tiene la pobreza en la mente? ¿Qué efecto tiene la riqueza en la mente? Y pensé en lo ingrato que es que te cierren con llave la entrada a la biblioteca, y pensé en que tal vez es peor que te cierren con la llave la salida”.

Efectivamente estas preguntas tienen vigencia. Pensaba cuáles son esas bibliotecas hoy, en su carácter simbólico, cuáles son los espacios a los que no podemos entrar hoy. ¿Cuáles son los espacios a los que ustedes no pueden entrar? ¿A cuáles los varones cis, dominantes, entran fácil y pronto y nos dejan afuera?

¿Y qué efecto tiene la pobreza hoy en las mentes? ¿Y en los cuerpos? ¿Y en los pensamientos? ¿Y en la autoestima?

¿Cuántas mujeres siguen tuteladas? ¿Cuántas asfixiadas porque no pueden hacer lo que desean? ¿A cuántas les siguen cerrando con llave la salida? Ellas somos nosotras. Nosotras somos ellas, porque lo que les pasa a una nos pasa a todas. Y lo personal es político, no lo olvidemos nunca. Politicemos las problemáticas, problematicemos la política.

Porque aún hoy es necesario saber ¿cuáles son esos nuevos mundos a los que no podemos acceder?

Los nuevos mundo son múltiples y diversos. En los espacios de toma de decisiones reales, por ejemplo el mundo empresario, el mundo financiero, por lo menos, con certeza.

De hecho, fíjense que hoy vivimos un nuevo capitalismo, de vigilancia, siendo observadas 24/7 cada vez que usamos un dispositivo, de plataformas, para mil tareas, y de financiarización, creando modelos económicos de especulación y no de desarrollo o de industria.

Ese nuevo mundo de internet, de inteligencia artificial y de inteligencia de las cosas prometía ser democratizador, pero no fue real.

Existe una hiperconcentración económica y una fuerte brecha por géneros. Se están construyendo nubes de datos, con datos e información nuestra, que nos pertenece, nubes que no están en el cielo, sino en la tierra, datas center que están siendo manejados por un puñado de hombres, una vez más, blancos y bimillonarios.

Entre Estados Unidos y China se concentra más de la mitad de los centros de datos a escala mundial, el 70% del talento en inteligencia artificial y el 90% de la capitalización bursátil de las plataformas digitales del mundo. Las mujeres allí prácticamente no estamos.

De los 295 millones de usuarios de criptomonedas del mundo, en 2021, sólo el 15% eran mujeres. Según el Reporte Global sobre mujeres, criptodivisas e independencia financiera, de las 378 criptomonedas creadas entre 2012 y 2018, sólo una fue fundada por mujeres.

Hay una clara masculinización de los ámbitos digitales vinculados con la especulación financiera y los ámbitos económicos. Todo este nuevo mundo digital nos excluye, incluso desde algunos puntos de vista más.

Por ejemplo, desde el vínculo con el mundo científico, con las ciencias exactas.

Según la Unesco la participación de las mujeres en las ciencias es del 29% del total del personal de investigación, menos de un tercio.

En América Latina, es de un 44%, más que el 32% del promedio europeo, pero en las categorías más altas y los cargos de investigación de mayor jerarquía el porcentaje de mujeres desciende, mientras que en el nivel inicial, entre becarios y becarias, aumenta, construyendo el “efecto tijera” por la forma del gráfico en el que se representan las jerarquías, de acuerdo con el libro Científicas, de acá, publicado en Argentina, que podemos ver aquí.

  • Mientras estudiamos, somos más las mujeres. El 58,6% de las becas doctorales son de mujeres, mientras que el 41,3% de varones.
  • También somos más las mujeres en los primeros peldaños laborales, como asistentes somos el 61,4%, mientras que el 38,5% varones.
  • Ahora ya cuando subimos al peldaño de investigadores independientes, ellos son el 50,2% y las mujeres empiezan a bajar de a poco, somos el 49,8.
  • Hasta la gran brecha. En los cargos superiores, el 75,4 5 son varones, mientras que el 24,5 son mujeres.
  • Y peor aún en los cargos jerárquicos, en organismos científico tecnológicos el 78% son varones, mientras que el 22% mujeres.

Cómo es posible, somos la base de la pirámide, pero cuando queremos ascender no lo logramos. Qué tristeza ver que nuestras ideas, nuestras forma de organización del trabajo y de desarrollo científico tecnológico, nuestra forma de pensar, nuestra forma de andar, nuestra forma de ser no está lo suficientemente representada, desarrollada, creada.

Es cierto que es una tristeza, pero también es una gran oportunidad de lucha.

Porque necesitamos más mujeres en los puestos de decisión. Incluso en las universidades. En argentina, sólo el 11% de las rectoras son mujeres. ¿Y aquí? Y claro que lo son en las universidades de las artes y comunicación.

“Cinco de cada diez periodistas se autocensuraron en las redes”

Claro que, además, esto produce un impacto directo en la economía de las mujeres, en los bolsillos de las mujeres y en el cuerpo, porque seguimos dedicando muchas más horas a las tareas de cuidado, aún no remuneradas ni reconocidas como se debe. Las democracias del cuidado siguen siendo una deuda pendiente.

De hecho, ¿qué disciplinas elegimos estudiar y profesionalizar en mayor medida las mujeres?

Las relacionadas con las tareas de cuidado, ahí ocupamos el 70%, mientras que en las ingenierías e informáticas, sólo somos el 20%.

Ahora bien, ¿cómo podemos modificar estas situaciones para no morir de diagnóstico y radiografía?

Aplicando una escucha activa, sistematizando las necesidades y los conocimientos, organizándonos para desarrollar y ejecutar políticas públicas diversas, con discriminación positiva, pero también con la modificación de las representaciones de las subjetividades en comunicación, educación y cultura.

Las mujeres necesitamos poder expresarnos, y aquí hay otro problema, porque en el mundo digital las mujeres tampoco tenemos libertad de expresión.

Quiero compartir esta investigación hecha por Amnistía Internacional, que demuestra cómo impacta la violencia digital en la salud mental de las mujeres.

En seis años de investigación determinaron que el 90% de las encuestadas fueron víctimas de violencia, agredidas por cuentas anónimas, que mensajes que tuvieron rápida difusión, sin poder borrar por completo la huella digital.

La investigación demuestra que esa violencia hacia las mujeres periodistas no es aislada, ni episódica, sino por el contrario se observa un continuo de violencia, en el entorno digital y virtual, en la vida diaria, con misoginia y desigualdad estructural de género.

¿Cuál es el objetivo? Disciplinar y silenciar, por el sólo hecho de ser mujer con voz pública y por las temáticas que abordamos.

¿Saben cuándo nos agreden más? Cuando tratamos temas vinculados con el aborto, se trata del 60% de los casos, femicidios y violencia de género, el 47,3 %, derechos humanos en el 46,1% de los casos, política el 44% y educación sexual integral, el 41%.

No quieren que hablemos sobre política, sobre la capacidad de decidir sobre nuestra vida reproductiva, no quieren que hablemos de cómo nos matan o nos pegan de cómo nos maltratan, no quieren que hablemos de derechos humanos.

Por eso necesitamos hablar cada vez más. Y no hacer lo que está ocurriendo, que como consecuencia, esta investigación ha demostrado que existe un efecto silenciador.

  • Cinco de cada diez periodistas se autocensuraron en las redes para evitar ataques.
  • El 45% evita interacción con la audiencia.
  • El 34% decidió dejar de participar en alguna red.
  • El 7% cerró directamente las cuentas.
  • Dos de cada diez evitó las temáticas. Incluso fuentes de información se negaron a participar.

Esto también tiene consecuencias físicas y psicológicas.

  • Casi 3 de cada diez se sienten físicamente inseguras.
  • 7 de cada diez viven con temor
  • 2 de cada 10 buscaron ayuda psicológica

Es que no siempre se encuentran soluciones.

  • Sólo el 7% de las víctimas encuestadas hizo la denuncia en el poder judicial, porque consideran que el Estado no realiza los esfuerzos necesarios ni proporciona soluciones efectivas.

Tampoco lo hacen las empresas, que trasladan la responsabilidad a los usuarios. Tenemos que tener claro que debe haber respuestas. El Estado debe implementar medidas para prevenir, proteger, investigar, sancionar y reparar a las víctimas de actos de violencia de género. El Estado tiene el deber de salvaguardar los derechos humanos. Y nosotras tenemos el deber de denunciar si eso no ocurre. Y pensar en las múltiples partes interesadas. Las empresas, los medios de comunicación, también tienen responsabilidad. Creo que es fundamental que tengamos en cuenta esta perspectiva. Si la comunicación es un derecho humano, toda comunicación es pública, y todas las personas tienen derecho a reclamar ante una institucionalidad específica que se reparen los daños causados.

Se trata, entonces, que se deben desarrollar líneas de acción en simultáneo.

Deben realizarse campañas de concientización de los derechos, a la vez que de formación de formadores, a la vez que resolución de los conflictos, audiencias públicas, mesas de trabajo, llegar a acuerdos, a consensos, en torno de una comunicación responsable, de una comunicación inclusiva despatriarcal, decolonial y desmercantilizada.

Se trata de desnaturalizar y desautomatizar. Parar los impulsos y dar paso a la ética y la conciencia. Formarnos, saber de qué hablamos cuando hablamos de violencias contra las mujeres. No de violencia, sino de violencias -con “ese”- contra las mujeres.

“El gobierno de Milei está tirando abajo las políticas públicas inclusivas”

Veamos ¿cuáles son los tipos de violencias contra las mujeres y cuáles las modalidades? Violencia física, psicológica, sexual, pero también económica y patrimonial, simbólica, digital y política, con sus diferentes modalidades, doméstica, mediática, laboral obstétrica, contra la libertad reproductiva, institucional, pública y política.

En función de este conocimiento, en Argentina se estructuró un corpus jurídico destacable, específicamente voy a compartir el vinculado con la comunicación, los géneros y las diversidades.

Lo hemos hecho teniendo como base la plataforma de Beijing de la que se cumplen 30 años, e incluyó el capítulo J, de los medios de comunicación.

– Ley 27.176 Día Nacional de Lucha contra la violencia de género en los medios de comunicación (2015)

– Ley 26.791 que agrava los homicidios relacionados con la violencia de género, tipifica la figura del femicidio y los crímenes de odio en el Código Penal (UFEM, 2016)

– Ley 27.499 o Ley Micaela, capacitación obligatoria en género y violencia contra las mujeres la función pública en todos los niveles, jerarquías y poderes del Estado (2018)

– Ley 27.635 Ley de equidad en la representación de los género en los medios de comunicación audiovisual (2021)

– Ley 27.736 Ley Olimpia sanciona la violencia digital, reconociéndola como tal, y protege los derechos digitales de las personas, dignidad, reputación e identidad, incluso puede ordenar a las plataformas digitales que quiten contenidos violentos (2023).

Sin embargo, a pesar de tener este conocimiento, estas leyes en Argentina, desde hace un año, todas las políticas públicas inclusivas, con justicia social por las que luchamos e impulsamos desde la marea verde, el gobierno de Javier Milei las está tirando abajo.

  • Cerró el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades. Lo convirtió en una Subsecretaría de un Ministerio monstruoso llamado de Capital Humano primero y luego una Dirección del Ministerio de “Justicia” que como una Inquisición se encamina a eliminar la figura de Femicidio, del Código Penal, así lo anunciaron.
  • Destruyeron el programa Acompañar para mujeres y diversidades en contextos de violencia de género, lo bajaron de seis meses a tres, se detuvieron las altas y el monto perdió el 30% del poder adquisitivo.
  • La crisis empuja a las mujeres a la calle. 15.748 mujeres perdieron su puesto como trabajadoras de casas particulares entre noviembre de 2023 y noviembre de 2024. Además, quienes siguen con esa tarea, perdieron un 21,8% de poder adquisitivo.
  • Eliminaron el Fondo Nacional de Incentivo Docente, gremio en el que la gran mayoría son mujeres, lo que representa un 12% de pérdida salarial.
  • Eliminaron la moratoria previsional, de manera que 9 de 10 mujeres no podrán jubilarse.
  • Destruyeron el impacto económico del programa Potenciar Trabajo, donde el 63% son mujeres, haciéndoles perder el 65% del poder adquisitivo.
  • Propalación de discursos de odio: el propio presidente Milei dijo que “Hay que extirpar el cáncer” que significa el feminismo.
  • Tiene al feminismo en el blanco de ataques sistemáticos contra el feminismo, contra nosotras, hecho inédito desde la recuperación democrática.
  • Incluso sostuvo en Davos que “el feminismo es una distorsión, una búsqueda de privilegios, poniendo a la mitad de la población en contra de la otra” y en acuerdo con Donald Trump decretaron que el mundo es binario, de hombres y mujeres.

Sabemos bien que no es así. El mundo es diverso, el mundo es intercultural. El mundo real, no el que está en las cabezas y acciones de Trump y Milei no es blanco o negro como dicen, es multicolor.

Somos mujeres conocemos muy bien el mundo y así como lo inventamos una vez, estoy segura que lo podemos reinventar todas las que sean necesarias.

Como base fundamental, como piedra refundacional necesitamos construir una comunicación y una cultura despatriarcal, desmercantilizada, decolonial, desde los principios de justicia social, solidaridad y amorosidad.

Necesitamos seguir cuestionando las estructuras de poder machistas, las injustas distribuciones de las riquezas.

A eso también vine hoy, con la fuerza de mis ancestras, con el coraje de las Abuelas de Plaza de Mayo, con la locura irreverente de las Madres de Plaza de Mayo, con la prepotencia de les Hijes, “con mis cicatrices y mi historia”.

Somos nuestras cicatrices y nuestra historia. ¿Cuáles son las verdades que los gobiernos machistas esconden? ¿Cuáles son esas huellas perdidas? Pongámosle nombre y apellido.

  • En Argentina, en 2024, un asesinato cada 30 horas.
  • 252 mujeres fueron asesinadas el año pasado en mi país por razón de género, según datos del Observatorio de la Defensoría del Pueblo de la Nación.
  • Este año, entre el 1 de enero y el 31 de marzo se produjeron 77 femicidios, 63 hijas e hijos quedaron huérfanos de madre, el 48 menor de edad, según el Observatorio “Adriana Marisel Zambrano” que dirige la Casa del Encuentro.
  • A nivel global, en 2023, fueron 85 mil mujeres y niñas las asesinadas intencionalmente, 51 mil, el 60% fueron asesinadas por su pareja o un familiar.
  • Es decir que cada día 140 mujeres y niñas son asesinadas en su propio hogar.

Una mujer cada diez minutos. Durante esta conferencia cuatro mujeres o niñas murieron asesinadas.

Necesitamos justicia, necesitamos que nos escuchen, que nos vean. Porque esta realidad sigue ocurriendo en el mundo entero. Y ocurre aún en mi tierra, la tierra de la marea verde, donde quisieron matar a la vicepresidenta. Pioneras en materia de derechos humanos, hoy la Argentina vive una ola de propagación de discursos de odio por medios de comunicación y redes, caldo de cultivo de un escenario donde casi matan a Cristina Fernández de Kirchner, el 1 de septiembre de 2022.

Unos meses después, en marzo de 2023, el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belén do Pará (MESECVI) estuvo en nuestro país y alertó sobre lo que ocurría.

Dijo que en la Argentina “subyace un clima de hostigamiento, ataques e impunidad contra las mujeres que participan en la vida pública y política. Que las manifestaciones de violencia contra las mujeres en la política no son hechos aislados, sino una práctica ampliamente tolerada y que ocurre en todos los ámbitos de la vida pública”.

“Que los hechos de violencia pretender un carácter disciplinador, que esa violencia se ve exacerbada por los medios de comunicación y las redes sociales”. Incluso “llamaron la atención sobre el silenciamiento y la ausencia de condena pública de estos hechos que profundiza, facilita, reproduce y magnifica la violencia contra las mujeres”.

“que especialmente se evidencian los discursos de odio contra las mujeres políticas, que busca mermar la influencia pública y que se agrava por la tolerancia de los órganos del estado y que la impunidad reinante tiene un enorme impacto en las mujeres, pero también en las instituciones democráticas, en tanto la violencia política no sólo agrede a las mujeres, sino a las democracias y sus instituciones”.

Ustedes saben que este Comité hizo una serie de recomendaciones, al Estado, al poder Ejecutivo, al órgano electoral, al poder legislativo, al poder judicial, a los medios de comunicación, pero nadie hizo nada. Solo los medios públicos y algunas organizaciones libres del pueblo.

Porque claro, eran mujeres, hablando de mujeres, en una sociedad patriarcal.

Por eso, necesitamos mucho más que cambiar la mirada, sólo con anteojos de género no nos alcanza. Necesitamos anteojos, libros, cuadernos, mochilas de herramientas y nuevo calzado, fuerte, seguro, unido y organizado, necesitamos pies con coraje, que no se detengan.

La base de toda esta problemática no sólo es económica, jurídica, empresarial, estatal, lo es eminentemente social, cultural, comunicacional.

Necesitamos trabajar en conjunto para eliminar las violencias de género en todas sus formas. Todas incluyendo la facilitada por el uso de tecnología.

Necesitamos que existan servicios de apoyo, de justicia y protección a las víctimas y familiares, con acceso con equidad, no sólo si se tiene dinero o se vive en la Capital, necesitamos multiplicar la cantidad de mujeres, con perspectiva de género en los espacios de poder y de toma de decisión, reafirmar el derecho al trabajo, a la educación, a la salud y sobre todo, a la comunicación.

Por eso, para cerrar, para poder reflexionar sobre la dimensión social, cultural, y sobre lo que podemos empezar a hacer ahora mismo, traje un cuento, de un autor argentino, que se llama Juan Solá.

El cuento se titula “La negra de mierda”. Y dice así.

“Mirá la negra de mierda, mirá cómo lleva los nenes en la motito. Tres gurisitos sin casco, cagándose de frío, y la negra con ese culo enorme que ocupa todo el asiento. 

Qué hija de puta. Mirá, mirá cómo lleva a la pendejita, medio dormida, casi cayéndosele de esas piernas gordas de tanta cerveza y torta frita. 

Y mirá el otro, ahí atrás, agarradito como puede, tiritando, pobrecito. ¡Y mirá cómo lleva el bebé, negra hija de mil putas, metido adentro de la campera! Inconsciente de mierda, ojalá le saquen los hijos, ojalá se muera esta negra de mierda!

La camioneta arrancó, rabiosa, y se perdió calle abajo, zambullendo a la negra y sus crías en una nube de humo pegajoso. 

El que iba atrás tosió un poco y la motito se paró. El señor del golcito gris bocinó con furia a sus espaldas y le ordenó que se moviera, pelotuda, y la puta que la parió.

La nena en la falda abrió los ojos despacito y preguntó si faltaba mucho. La madre le apoyó la mano temblorosa sobre la frente sudada, comprobó que la fiebre seguía allí y murmuró un “no mi amor”, así, triste y suavecito, como los quejidos del Nazareno, que llora acurrucado contra sus tetas tibias, o como el cinco por seis treinta, cinco por siete treinta y cinco, que el Ismael recita con los brazos envolviéndole la panza llena de pan y mate cocido, porque al otro día tiene prueba y la Brenda tiene fiebre, y el Nazareno llora de hambre, y a esa hora el colectivo ya no entra hasta el barrio, y el Mario que no aparece desde la semana pasada, y la motito que se para cada cinco cuadras, y el hospital que todavía está lejos, y doña Esther que le dijo que para qué iba a tener otro hijo a los veintidós, que mejor abortara, y el Ismael que cada tanto dice que tiene frío, y la Brenda que se va quedando dormida, y la negra de mierda que le pide al Ismael que diga las tablas más fuerte, para que escuche la Brenda, para que no se duerma la Brenda, mientras que a ella le arden los ojos de tanto aguantarse las ganas de llorar de miedo”.

Cuántas veces habremos estado en esa moto. Pero cuántas también en la camioneta. ¿Y en el auto? ¿Y en el asiento del acompañante? ¿O en la calle, viendo y escuchando todo? ¿Cuántas veces tuvimos que salir de situaciones complejas, aplastadas por las interseccionalidades, cuántas gritamos desde el auto y ¿cuántas nos callamos al lado del que gritaba?

¿Cuántas construimos estereotipos que no logran salir de esas cápsulas?

La paz no sólo se construye no haciendo la guerra. La paz también se construye desarmándola y dejando de reproducirla.

Larga vida a las mujeres.


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