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Carta abierta a Alberto Fernández por Mempo Giardinelli

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Querido Alberto, Presidente, no sé si es oportuno escribirle esto cuando usted seguramente y por protocolo estará asistiendo a las exequias del Supremo Neoliberal Riojano, a quien prefiero ni nombrar dado el gigantesco daño que ha hecho a nuestra Patria. QEPD, si puede.

Asentado lo cual, justifico este texto en aquello que usted pronunció al asumir: «Cuando crean que esté fuera del camino correcto, necesito que me lo hagan saber». Aprovecho entonces para expresarle mi sorpresa ante lo que usted y su ministra de Justicia Marcela Losardo llamaron esta semana «profunda indignación» por «ver que un fiscal procesado, que participó en delitos atribuidos a un irregular agente de inteligencia y que está sospechado de presionar con fines de persecución política, sea hoy el encargado de investigar el espionaje del gobierno al que sirvió». Palabras acertadísimas, sobre todo porque se enmarcan en su compromiso de «poner fin a los sótanos de la democracia», como también ha dicho.

Pero ese mismo día, Presidente, y vaya paradoja, quedó claro que Stornelli sigue como fiscal y va a seguir. Y el procurador «interino» Eduardo Casal también. Y el tribunal de Casación también. Y de hecho sigue intacto todo el aparato macrista que infectó y echó a perder al Poder Judicial la década pasada.

Entonces, los ciudadanos rasos nos preguntamos cómo resolverá esa «profunda indignación» cuando lo que se espera es que actúe con urgencia, porque hay medidas que no pueden esperar más. En situaciones extraordinarias se imponen medidas extraordinarias. Y sobre todo cuando la barra brava macrista le ha quitado la causa Stornelli y los podridos espionajes al juez Augé. O la repudiable Corte ha recondenado de hecho a Milagro Sala a la ya infame, absurda prisión que padece.

Es obvio que la cuestión judicial es uno de sus talones de Aquiles, Presidente. Y no hay cuestionamiento personal en esto a la ministra Losardo, de quien se dice que es excelente abogada y mejor amiga, pero como ministra no parece controlar la situación. La emergencia judicial es gravísima, y como bien dijo esta semana el cura Eduardo de la Serna, hasta «podría estarse pergeñando un golpe de estado por goteo”. No lo descarte, Presidente, mejor tome nota.

Porque además fue en este sentido que irritó tanto a tantos la inocentada de su brazo derecho Santiago Cafiero, al declarar que «la justicia se tiene que autodepurar». Sonó como tomadura de pelo: esperar que esta Corte se «regule sola» es tan chistoso como letal.

Lo que está en juego es nada menos que construir un mucho mejor Poder Judicial, rescatando lo bueno que aún haya, por supuesto, y con la consigna de que un poder judicial adicto es inadmisible, incluso si fuese adicto a ideas que compartimos. Tarea enorme, pero es la que le toca a usted.

Sabido es que la designación de miembros no es atribución exclusiva del Poder Ejecutivo, y que se requiere acuerdo de dos tercios del Senado presentes. Pero Macri y Garavano nombraron dos miembros “en comisión” y burlándose del Congreso, adujeron una urgente “razón de Estado”. Bueno, entonces ahora sería su turno de apelar a esa vía de emergencia, que, se lo firmo, el pueblo argentino va a aplaudir un día seguido.

Porque también es claro que el Poder Judicial carece de atribuciones constitucionales para tratar políticas económicas, presupuestarias, de defensa, política exterior, coparticipación federal, presupuesto y ministerios, y sin embargo la actual Corte hace lo que quiere y es así como, de hecho, se viene convirtiendo en una especie de contragobierno. Y para ponerle freno a semejantes barbaridades es zonzo esperar autodepuraciones ilusorias que jamás se producirán. Por eso en la presente emergencia hay que proceder. Y entre otras medidas, lo inmediato y más eficaz sería la ampliación de la Corte a 9, 11 o incluso 15 miembros.

Incluso, en una segunda etapa, bueno sería convocar al pueblo a discutir y votar popularmente una nueva Constitución Nacional. Idea que espero que no lo horrorice, querido Alberto, pero se la paso con todo respeto y como para empatar la cantidad de ideas espantosas que usted recibe diariamente de parte de banqueros, empresarios y agrobandidos.

Y para terminar, y en plan propositivo, permítame recordarle que siempre hay tiempo, en política, para enderezar manubrios. Nuestro país también tiene abogados y magistrados honorables que podrían ser miembros urgentes de la nueva CSJN que urge que usted designe, promueva o decrete, como lo hizo Néstor Kirchner hace menos de 20 años.

Pienso al azar en juristas derechos, patrióticos y competentes. El cordobés ex juez federal Miguel Rodríguez Villafañe. La chaqueña jueza federal Zunilda Niremperger. Juristas jóvenes y de primerísimo nivel académico y trayectorias transparentes como Graciana Peñafort, Raúl Gustavo Ferreyra y obviamente el juez Alejo Ramos Padilla. Ninguno de ellos llega a los 50 años o apenas algo más, pero si le ponen reparos recuerde que es la edad de la última designación de Trump en la corte norteamericana. E incluso puede pensarse en la propia Dra. Losardo, quien por sobre cualquier reparo es una respetada jurista. Y hay much@s candidat@s más en la Patagonia, en Cuyo, en los dos nortes. Juristas valiosos, decentes y de enorme respetabilidad.

Por favor proceda, Presidente, porque afuera hay hambre. Y un resentimiento que crece y es peligrosísimo. Más allá de la pandemia, digo, que usted condujo de manera impecable durante los primeros meses, hasta que, quizás por comprensible hartazgo, su gobierno empezó a ceder a las presiones del Emperador de la Ciudad.

Le sugiero que advierta, además, que hay hoy en el pueblo argentino una autocontención y una disciplina social extraordinarias, y una serenidad y paciencia formidables. Pero que tienen límites, Alberto. Por eso, usted que sabe mejor que nadie que en Argentina la Justicia es un desastre, y es el mayor peligro que enfrenta nuestra democracia, proceda en lugar de esperar. Y nunca va a estar solo.


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